ABRIENDO PUERTAS - PARTE I
El sonido de la vibración del móvil me despertó, por un instante lo ignoré para seguir durmiendo un poco más hasta que me acordé de Paul y las normas de nuestra relación. Lo cogí velozmente y allí estaba.
- "Buenos días, pequeña. ¿Cómo fue la noche?"
No os mentiré, ese mensaje me dejó descolocada. ¿Acaso nuestra relación no se basaba solo en el sexo? ¿También iba a tratarme bien y a prestarme atención? Los otros chicos nunca escribían, solo uno y en una sola ocasión me escribió por la mañana y fue para decirme: "Mira como me he levantado. ¿Me ayudas a bajarla?". Estaba claro que Paul era diferente, y que lo que habíamos empezado parecía más serio de lo que imaginaba.
- "Buenos días, amo. La noche fue realmente bien, caí rendida después de correrme. Me has despertado con tu mensaje". - Contesté esperando una reacción parecida a la de aquel chico.
- No sabes como me alegra leer eso. Si estás cansada, duerme un poco más, es importante que estés descansada. Hoy es tu primer día de adiestramiento, ¿quieres preguntar algo?".
¿Adiestramiento? Pero qué... La primera reacción al leer aquello fue un poco de rechazo pero un segundo después empezó a picarme la viciosa curiosidad.
- "¿A qué te refieres con adiestramiento?" - Pregunté directa.
- "Vaya... Pensaba que ya lo habías entendido. Voy a ser tu maestro. Voy a enseñarte a ser una buena sumisa".
Un cosquilleo empezó a brotar en mi interior. ¿Por qué me excitaba tanto todo aquello? No llegaba a comprenderlo aún.
- "Perdona, estoy algo dormida. Solo tengo una pregunta." - Dije intentando ponerme seria.
- "Dispara". - Contestó él.
- "¿Me puedes conceder el permiso para hacer preguntas si me surge alguna durante los primeros días?"
Ayer uno de sus primeros mensajes fue decirme que no podía preguntar si él no me lo decía pero estaba un poco nerviosa, no sabía en qué consistiría ese adiestramiento y si tendría dudas.
- "Como es tu primera vez, voy a portarme bien contigo y te concedo ese privilegio, pero sólo durante una semana. Después de esa semana, se acabaron las preguntas a menos que yo lo diga. ¿Entendido?".
- "Entendido, amo". - Finalicé deseosa por ver cómo empezaba el juego.
- "Perfecto. Vamos a empezar entonces, ¿no quieres dormir más? Es la última oportunidad que te doy".
- "No. Estoy bien. Podemos empezar, amo. Me muero de ganas..."
Y no era mentira, sin saber por qué, me entraron unas ganas casi irremediables de empezar a tocarme. Paul tenía un poder sobre mí, que no entendía.
- "Eres una chica un poco traviesa por lo que veo... Bien, ¿qué llevas puesto ahora mismo?".
Aquello ya empezaba a parecerse más a lo que hacía con los otros chicos. Contesté rápidamente.
- "Llevo una camiseta blanca de manga corta y unas braguitas negras". - En realidad mentía, llevaba unas braguitas un tanto infantiles, pero me daba vergüenza reconocerlo.
- "¿Estás segura?". - Preguntó como si supiera que no decía la verdad.
- "Sí, amo". - Dije de inmediato para disimular mi pequeña mentirijilla.
- "Demuéstralo. Aún no sé si puedo confiar en ti".
El corazón me dio un vuelco. Me había pillado, y no tenía ropa interior negra a mano para cambiarme en un segundo y poder disimular. No sabía qué hacer.
- "Laura, estoy esperando". - Dijo impaciente.
- "En realidad... No llevo unas braguitas negras..." - Admití finalmente.
- "¿Por qué me has mentido?".
Pensé que lo mejor para mí era confesar la verdad. No sabía si habrían consecuencias pero si confesaba, seguramente serían menos crueles.
- "Porque llevo unas braguitas blancas con un lacito verde y el dibujo de un conejito a un lado... Me daba vergüenza..." - Crucé los dedos para no espantarlo.
- "Laura, en nuestra relación no pueden haber mentiras. Es MUY importante. Tenemos que ser sinceros y confiar ciegamente el uno en el otro para que esto pueda funcionar".
Bueno, no parecía que fuera a pasar ninguna catástrofe y en realidad, me parecía completamente normal lo que me decía. Al fin y al cabo, no era una relación de una noche.
- "Lo siento muchísimo, de verdad. Te prometo que no volverá a pasar, amo". - Dije aún algo avergonzada.
- "Sé que no pasará más pero lo siento, ahora debo castigarte para asegurarme de que aprendes la lección. Tus acciones siempre tienen una consecuencia".
¿Castigarme? ¿Qué se suponía que iba a hacer? Me puse bastante nerviosa y no sabía qué esperar después de aquello.
- "Quítate las bragas. Ahora".
Si vierais la cara que se me quedó al leer eso... Incluso se me escapó una pequeña carcajada que intenté callar bajo las sábanas para que no me oyeran mis padres. Después de eso, obedecí y me quité la ropa interior.
- "Ya me las he quitado, amo".
- "Muéstramelo. No quiero que vuelvas a mentirme".
Acto seguido cogí las braguitas con una de mis manos e hice una foto con el móvil que le envié de inmediato.
- "Así me gusta, pequeña. Ahora quiero que bajes tu mano, y empieces a frotarte el clítoris de la forma que más te guste".
Me mordí el labio inferior sin poder controlarlo. El juego empezaba a calentarme de una manera muy especial. Deslicé mi mano derecha por mi cuerpo hasta que llegué a mi entrepierna, pasé un dedo para humedecerlo, ya podía notar como ese líquido caliente empezaba a salir de mi interior y empecé a tocarme.
- "¿Estás haciéndolo?". - Preguntó impaciente.
- "Sí, y estoy muy mojada ya. Este juego me pone mucho, amo". - Contesté de inmediato.
- "Esto no es un juego, Laura. Deberé castigarte un poco más duro... Quiero que introduzcas un dedo dentro de ti. Ahora.".
Aún nunca había hecho eso. Siempre me centraba en el clítoris y me olvidaba del resto.
- "Nunca he hecho eso". - Dije nerviosa.
- "Lo sé, por eso quiero que lo hagas. No te has portado nada bien hoy. Hazlo".
Un pequeño gemido se me escapó. Ardía en deseos por saber qué podía hacerme sentir con mis propias manos. Bajé mi mano hasta mi entrada, y con un dedo empecé a pasarlo por alrededor, humedeciéndolo y luego, poco a poco, fue empujando hasta tenerlo dentro de mí. Nunca había sentido algo igual, aquello era muy excitante.
- "Ya está, amo. Lo tengo dentro de mí". - Dije esperando más órdenes.
- "Muy bien. ¿Lo tienes muy mojado? - Preguntó curioso.
- "Mucho..."
- "Bien... Muévelo sin sacarlo, quiero que te pongas tan cachonda que no puedas parar".
Sentía que iba a explotar en cualquier momento. Mi interior era tan estrecho y tan caliente... Mis fluidos empezaban a rebasar mojándome los nudillos. Movía mi dedo dentro de mí, en círculos, rodando por mis paredes.
- "Dios... Creo que en cualquier momento me voy a correr, amo". - Acerté a escribir.
- "Ni se te ocurra. Para. No te vas a correr esta mañana".
¿¡Cómo!? No podía parar, estaba a punto de llegar al orgasmo.
- "Pero... No puedo. ¡Estoy a punto!".
. "Laura... PARA. AHORA".
Refunfuñé pero obedecí haciendo un gran esfuerzo. Notaba como palpitaba todo mi sexo, mi corazón latía tan rápido que parecía que se me iba a salir del pecho. Mi respiración agitada me impedía respirar con normalidad.
- "Está bien... He parado pero estoy demasiado cachonda. No me puedes dejar así, amo".
- "Yo no quiero, Laura, pero debes saber qué pasa cuando me desobedeces o te portas mal. Hasta aquí tu primera lección. Volveré a escribirte, y hazme caso, no se te ocurra tocarte. Enséñame que puedo confiar en ti".
Os prometo que con ese simple mensaje podría haberme corrido. Lo que sentí no puedo explicarlo. Una parte de mí quería desobedecer y tener mi orgasmo en secreto, pero otra parte quería hacer lo que Paul me decía, quería tomarme en serio ese adiestramiento, y ver en qué acababa y en qué me convertía.
Dejé el móvil bajo la almohada e intenté relajarme para levantarme a desayunar. Hoy iba a ser un día difícil. Deseaba que Paul no tardara en aparecer y me dejara terminar lo que había empezado.
- "Buenos días, pequeña. ¿Cómo fue la noche?"
No os mentiré, ese mensaje me dejó descolocada. ¿Acaso nuestra relación no se basaba solo en el sexo? ¿También iba a tratarme bien y a prestarme atención? Los otros chicos nunca escribían, solo uno y en una sola ocasión me escribió por la mañana y fue para decirme: "Mira como me he levantado. ¿Me ayudas a bajarla?". Estaba claro que Paul era diferente, y que lo que habíamos empezado parecía más serio de lo que imaginaba.
- "Buenos días, amo. La noche fue realmente bien, caí rendida después de correrme. Me has despertado con tu mensaje". - Contesté esperando una reacción parecida a la de aquel chico.
- No sabes como me alegra leer eso. Si estás cansada, duerme un poco más, es importante que estés descansada. Hoy es tu primer día de adiestramiento, ¿quieres preguntar algo?".
¿Adiestramiento? Pero qué... La primera reacción al leer aquello fue un poco de rechazo pero un segundo después empezó a picarme la viciosa curiosidad.
- "¿A qué te refieres con adiestramiento?" - Pregunté directa.
- "Vaya... Pensaba que ya lo habías entendido. Voy a ser tu maestro. Voy a enseñarte a ser una buena sumisa".
Un cosquilleo empezó a brotar en mi interior. ¿Por qué me excitaba tanto todo aquello? No llegaba a comprenderlo aún.
- "Perdona, estoy algo dormida. Solo tengo una pregunta." - Dije intentando ponerme seria.
- "Dispara". - Contestó él.
- "¿Me puedes conceder el permiso para hacer preguntas si me surge alguna durante los primeros días?"
Ayer uno de sus primeros mensajes fue decirme que no podía preguntar si él no me lo decía pero estaba un poco nerviosa, no sabía en qué consistiría ese adiestramiento y si tendría dudas.
- "Como es tu primera vez, voy a portarme bien contigo y te concedo ese privilegio, pero sólo durante una semana. Después de esa semana, se acabaron las preguntas a menos que yo lo diga. ¿Entendido?".
- "Entendido, amo". - Finalicé deseosa por ver cómo empezaba el juego.
- "Perfecto. Vamos a empezar entonces, ¿no quieres dormir más? Es la última oportunidad que te doy".
- "No. Estoy bien. Podemos empezar, amo. Me muero de ganas..."
Y no era mentira, sin saber por qué, me entraron unas ganas casi irremediables de empezar a tocarme. Paul tenía un poder sobre mí, que no entendía.
- "Eres una chica un poco traviesa por lo que veo... Bien, ¿qué llevas puesto ahora mismo?".
Aquello ya empezaba a parecerse más a lo que hacía con los otros chicos. Contesté rápidamente.
- "Llevo una camiseta blanca de manga corta y unas braguitas negras". - En realidad mentía, llevaba unas braguitas un tanto infantiles, pero me daba vergüenza reconocerlo.
- "¿Estás segura?". - Preguntó como si supiera que no decía la verdad.
- "Sí, amo". - Dije de inmediato para disimular mi pequeña mentirijilla.
- "Demuéstralo. Aún no sé si puedo confiar en ti".
El corazón me dio un vuelco. Me había pillado, y no tenía ropa interior negra a mano para cambiarme en un segundo y poder disimular. No sabía qué hacer.
- "Laura, estoy esperando". - Dijo impaciente.
- "En realidad... No llevo unas braguitas negras..." - Admití finalmente.
- "¿Por qué me has mentido?".
Pensé que lo mejor para mí era confesar la verdad. No sabía si habrían consecuencias pero si confesaba, seguramente serían menos crueles.
- "Porque llevo unas braguitas blancas con un lacito verde y el dibujo de un conejito a un lado... Me daba vergüenza..." - Crucé los dedos para no espantarlo.
- "Laura, en nuestra relación no pueden haber mentiras. Es MUY importante. Tenemos que ser sinceros y confiar ciegamente el uno en el otro para que esto pueda funcionar".
Bueno, no parecía que fuera a pasar ninguna catástrofe y en realidad, me parecía completamente normal lo que me decía. Al fin y al cabo, no era una relación de una noche.
- "Lo siento muchísimo, de verdad. Te prometo que no volverá a pasar, amo". - Dije aún algo avergonzada.
- "Sé que no pasará más pero lo siento, ahora debo castigarte para asegurarme de que aprendes la lección. Tus acciones siempre tienen una consecuencia".
¿Castigarme? ¿Qué se suponía que iba a hacer? Me puse bastante nerviosa y no sabía qué esperar después de aquello.
- "Quítate las bragas. Ahora".
Si vierais la cara que se me quedó al leer eso... Incluso se me escapó una pequeña carcajada que intenté callar bajo las sábanas para que no me oyeran mis padres. Después de eso, obedecí y me quité la ropa interior.
- "Ya me las he quitado, amo".
- "Muéstramelo. No quiero que vuelvas a mentirme".
Acto seguido cogí las braguitas con una de mis manos e hice una foto con el móvil que le envié de inmediato.
- "Así me gusta, pequeña. Ahora quiero que bajes tu mano, y empieces a frotarte el clítoris de la forma que más te guste".
Me mordí el labio inferior sin poder controlarlo. El juego empezaba a calentarme de una manera muy especial. Deslicé mi mano derecha por mi cuerpo hasta que llegué a mi entrepierna, pasé un dedo para humedecerlo, ya podía notar como ese líquido caliente empezaba a salir de mi interior y empecé a tocarme.
- "¿Estás haciéndolo?". - Preguntó impaciente.
- "Sí, y estoy muy mojada ya. Este juego me pone mucho, amo". - Contesté de inmediato.
- "Esto no es un juego, Laura. Deberé castigarte un poco más duro... Quiero que introduzcas un dedo dentro de ti. Ahora.".
Aún nunca había hecho eso. Siempre me centraba en el clítoris y me olvidaba del resto.
- "Nunca he hecho eso". - Dije nerviosa.
- "Lo sé, por eso quiero que lo hagas. No te has portado nada bien hoy. Hazlo".
Un pequeño gemido se me escapó. Ardía en deseos por saber qué podía hacerme sentir con mis propias manos. Bajé mi mano hasta mi entrada, y con un dedo empecé a pasarlo por alrededor, humedeciéndolo y luego, poco a poco, fue empujando hasta tenerlo dentro de mí. Nunca había sentido algo igual, aquello era muy excitante.
- "Ya está, amo. Lo tengo dentro de mí". - Dije esperando más órdenes.
- "Muy bien. ¿Lo tienes muy mojado? - Preguntó curioso.
- "Mucho..."
- "Bien... Muévelo sin sacarlo, quiero que te pongas tan cachonda que no puedas parar".
Sentía que iba a explotar en cualquier momento. Mi interior era tan estrecho y tan caliente... Mis fluidos empezaban a rebasar mojándome los nudillos. Movía mi dedo dentro de mí, en círculos, rodando por mis paredes.
- "Dios... Creo que en cualquier momento me voy a correr, amo". - Acerté a escribir.
- "Ni se te ocurra. Para. No te vas a correr esta mañana".
¿¡Cómo!? No podía parar, estaba a punto de llegar al orgasmo.
- "Pero... No puedo. ¡Estoy a punto!".
. "Laura... PARA. AHORA".
Refunfuñé pero obedecí haciendo un gran esfuerzo. Notaba como palpitaba todo mi sexo, mi corazón latía tan rápido que parecía que se me iba a salir del pecho. Mi respiración agitada me impedía respirar con normalidad.
- "Está bien... He parado pero estoy demasiado cachonda. No me puedes dejar así, amo".
- "Yo no quiero, Laura, pero debes saber qué pasa cuando me desobedeces o te portas mal. Hasta aquí tu primera lección. Volveré a escribirte, y hazme caso, no se te ocurra tocarte. Enséñame que puedo confiar en ti".
Os prometo que con ese simple mensaje podría haberme corrido. Lo que sentí no puedo explicarlo. Una parte de mí quería desobedecer y tener mi orgasmo en secreto, pero otra parte quería hacer lo que Paul me decía, quería tomarme en serio ese adiestramiento, y ver en qué acababa y en qué me convertía.
Dejé el móvil bajo la almohada e intenté relajarme para levantarme a desayunar. Hoy iba a ser un día difícil. Deseaba que Paul no tardara en aparecer y me dejara terminar lo que había empezado.
Comentarios
Publicar un comentario